Bitácora de Carnaval.

Batalla de Flores en Concordia.

Me hace falta hablar del reciente viaje a Concordia. Mientras llegaban extranjeros y figuras de la farándula Colombiana a Barranquilla para gozarse el Carnaval, yo tome la decisión de gozarme el Carnaval lejos de donde nació la tradición, pero cerca de donde nací yo. El paraíso Concordiano: ‘los salones’, la Maicena, el desorden, el calor, las cervezas, los amigos y la familia.

El 9 de febrero, a las 2:30 de la tarde, sin almorzar ya estaba en el INEM (es como la terminal de los buses de pueblo) donde me reuní con un par de amigos Luis Recuero y Oscar Carbonell, y emprendimos el viaje. Indiscutible la disponibilidad del transporte, la verdad pensé que sería un poco más ‘pesado’ el viaje, pero no, al parecer todos decidieron madrugar excepto nosotros. No eran aun las 5 de la tarde y ya pisábamos tierras Malabrigueras, el típico sol sofocante de mi Concordia aun quemaba a esas horas de la tarde, perfecto. Un vistazo al desfile, que se movía por las calles de mi pueblo, y en esos momentos pasaba por ‘el palmiche’ mejor conocido por los míos como ‘la engancha’ donde reposamos un rato con un  par de videos vallenatos, solo un par mientras decidíamos que hacer. –A estas horas el salón que se llena es el ‘Pechiche’. Dijo Alberto Mario. –Y en las noches el Boom es el del mono. Así que salimos en busca de un trago.

Y claro, al llegar era imposible no llenarse de emoción en 3 minutos ya estábamos enmaicenao’s, habíamos saludados a todos los paisanos que ahí se encontraban, probado un Ron Venezolano llamado Cacique, y comprado la botellita de nosotros. Yo esperaba que estuviera sonando allí algo tradicional para la época, música de carnaval, Dolcey Gutierrez, Lisandro Mesa, el erudito Calixto Ochoa. Pues no: sonaban vallenatos parranderos, champetas movidas, salsas bravas y alegres. Perfecto para los que apenas aprendemos a bailar, y que necesitamos practicar, me dieron ganas enseguida pero no, no he tomado suficiente licor, estoy cansado y no he comido nada desde el desayuno. –Pensé.

Creo que fueron 2 botellas, salimos a comer, cambiarnos la ropa, y ahora si pa’l salón del mono, mucho más tradicional la música y al contrario de lo que pensaba y decía Camilo Castro, estaba mucho más lleno, a pesar de que si cobraban la entrada. Pero lo bueno es que a ambos salones al parecer les fue bien, lo malo el ron, la verdad es que mucho ron chimbo, no importa donde lo compraras. Los siguientes días fueron repetición del pasado, a diferencia de que Camilo y Manolo ya nos acompañaban el domingo.

Salón el 'Pechiche'

El martes 12 de febrero que me correspondía venirme, me desperté más tarde que nunca, 10:20 de la mañana, decidí acompañar a Alberto Mario a la casa de un primo a comernos un sancocho, que pecado el mío, cuando llegue era una parranda pequeña, pero sabía que iba a demorar. –en un rato me voy. Me dije. Pero empezaron a llegar el resto de mis amigos uno a uno como si se hubiesen puesto de acuerdo, paso el sancocho y seguimos conversando y tomando, ya eran cerca de las 4:30 de la tarde cuando decidí ir por mi maleta, me despedí de todos, ya con mi maleta y en busca de transporte. Pero algo me hizo volver a la parranda, y no dejo que me fuera ese día. Fui convencido para viajar al día siguiente por la mañana, fue difícil y duro pero no me arrepiento. Definitivamente me equivocaría otra vez.